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TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El gallardo español / parte 6ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

Sale[n] ARLAXA, defendiéndola MARGARITA del capitán GUZMÁN y de otros tres soldados
D. FERNANDO: ¡Todos sois pocos soldados! GUZMÁN Ésta es la mora en quien tiene don Fernando sus cuidados; dejársela me conviene.
Vase [GUZMÁN]
BUITRAGO: Aquí hay moros encantados o cristianos fementidos, que ha llegado a mis oídos, creo, el nombre de Lozano. D. FERNANDO: Vuestro trabajo es en vano, cristianos mal advertidos, que esta mora no ha de ir presa; entrad en el aduar, y hallaréis más rica presa. BUITRAGO: ¡Désta irás a señalar, perro, el tanto de tu fuesa! ALIMUZEL: ¡Muerto soy; Alá me ayude! ARLAXA: ¡Acude, Lozano, acude, que han muerto a tu grande amigo!
Cae ALI[MUZEL] dentro, y [vase] ARLAXA tras él
D. FERNANDO: Vengaréle en su enemigo, aunque de intención me mude. ¡No te retires, aguarda! BUITRAGO: ¿Yo retirar? ¡Bueno es eso! Si tuviera una alabarda, le partiera hasta el güeso. ¡Oh, cómo el perro se guarda! D. FERNANDO: Éste que va a dar el pago de tus bravatas, Buitrago, mejor cristiano es que tú. BUITRAGO: ¡Que te valga Bercebú, y a mí Dios y Santïago! Di quién eres, que, sonando el eco, me trae con miedo la habla de don Fernando. D. FERNANDO: El mismo soy. BUITRAGO: ¡Oh Robledo, verdadero y memorando, y cuánta verdad dijiste! Sin razón le desmentiste, Guzmán atrevido y fuerte. Yo quiero huir de la muerte que en esas manos asiste. D. FERNANDO: ¿Cómo, di, tú no peleas, te retiras o te vas, antes que tu prisión veas? MARGARITA: ¡Extraños consejos das a quien la muerte deseas! Mas no puedo retirarme ni pelear, y he de darme de cansado a moras manos, que se van ya los cristianos, y tú no querrás dejarme. [GUZMÁN]: ¡Al retirar, cristianos! ¡Toca, Robles! Dentro ¡A retirar, a retirar, amigos! No se quede ninguno, y los cansados a las ancas los suban los jinetes, y en la mitad del escuadrón recojan la presa. ¡Al retirar, que viene el día! D. FERNANDO: Yo te pondré en las ancas de un caballo de los tuyos, amigo; no desmayes. MARGARITA: Mayor merced me harás si aquí me dejas. D. FERNANDO: ¿Quieres quedar cautivo por tu gusto? MARGARITA: Quizá mi libertad consiste en eso. D. FERNANDO: ¿Hay otros don Fernandos en el mundo? Demos lugar que los cristianos pasen; retiraos a esta parte. MARGARITA: Yo no puedo. D. FERNANDO: Dadme la mano, pues. MARGARITA: De buena gana. D. FERNANDO: ¡Jesús, y qué desmayo! MARGARITA: Gentilhombre, ¿lleváisme a los cristianos, o a los moros? D. FERNANDO: A los moros os llevo. MARGARITA: No querría que fuésedes cristiano y me engañásedes. D. FERNANDO: Cristiano soy; pero, ¡por Dios!, que os llevo a entregar a los moros. MARGARITA: ¡Dios lo haga! D. FERNANDO: De novedades anda el mundo lleno. ¿Estáis herido acaso? MARGARITA: No. Estoy bueno.
Vanse. Sale OROPESA, cargado de despojos
OROPESA: No, sino estaos atenido a los consejos de un loco, enamorado y perdido. Mucho llevo en esto poco; voy libre y enriquecido. Ya en mi libertad contemplo un nuevo y estraño ejemplo de los casos de fortuna, y adornarán la coluna mis cadenas de algún templo.
Salen el conde [don ALONSO] y Don MARTÍN y BAIRÁN, el renegado
BAIRÁN: Digo, señor, que la venida es cierta, y que este mar verás y esta ribera, él de bajeles lleno, ella cubierta de gente inumerable y vocinglera. De Barbarroja el hijo se concierta con Alabez y el Cuco, de manera que en su favor más moros dan y ofrecen que en clara noche estrellas se parecen. Los turcos son seis mil, y los leventes siete mil, toda gente vencedora; veinte y seis las galeras, suficientes a traer municiones de hora en hora. Andan en pareceres diferentes sobre cuál destas plazas se mejora en fortaleza y sitio, y creo se ordena de dar a San Miguel la buena estrena. Esto es, señor, lo que hay del campo moro, y en Argel el armada queda a punto, y Azán, el rey, guardando su decoro, que es diligente, la traerá aquí al punto. D. ALONSO: De sus designios poco o nada ignoro, mas, por tu relación cuerda, barrunto que a San Miguel el bárbaro amenaza, como más flaca, aunque importante plaza. Pero, puesto le tengo en tal reparo, tales soldados dentro dél he puesto, que al bárbaro el ganarle será caro, muy más que en su designio trae propuesto. Idos a reposar, mi amigo caro, y el agradecimiento y paga desto esperadla de mí, con la ventaja que aquel merece que cual vos trabaja.
Vase BAIRÁN
¿No tarda ya Guzmán? D. MARTÍN: Las centinelas le han descubierto ya. D. ALONSO: Venga en buen hora. D. MARTÍN: Su premio habrá Nacor de sus cautelas cobrado, su adorada ingrata mora. ¡Amor, como otro Marte nos desvelas; furia y rigor en tus entrañas mora; hasta las religiosas almas dañas, y fundas en traiciones tus hazañas!
[Salen] el capitán GUZMÁN, OROPESA, BUITRAGO, VOZMEDIANO y otros soldados
GUZMÁN Tus manos pido, y de las mías toma, o, por mejor decir, de tus soldados, amorosos despojos de Mahoma. Volvemos, como fuimos, alentados, mejorados en honra y buena fama, y en ropa y en esclavos mejorados. Nacor no trae a su hermosa dama; que Buitrago apagó con fuerte acero del moro infame la amorosa llama. BUITRAGO: Paséle, por la fe de caballero, por entrambas ijadas, ignorando que fuese el que el aviso dio primero; y si no lo estorbara don Fernando, diera con más de dos patas arriba, que con él se me fueron escapando. D. ALONSO: ¿Que, en fin, se volvió moro? OROPESA: No se escriba, se diga o piense tal de quien su intento en ser honrado y valeroso estriba. Yo sé de don Fernando el pensamiento, y sé que presto volverá a servirte con las veras que ofrece su ardimiento. GUZMÁN Que él es cristiano sé, señor, decirte; que él se nombró conmigo combatiendo. D. MARTÍN: ¿Y procuraba, por ventura, herirte? GUZMÁN: Con tiento pareció que iba esgrimiendo, y palabras me dijo en el combate por quien fui sus designios conociendo. D. MARTÍN: Deste caso, señores, no se trate; ya, por lo menos, ha caído en culpa, y no hay disculpa a tanto disparate. D. ALONSO: Salió sin mi licencia: ya le culpa, y más el escalar de la muralla, insulto que jamás tendrá disculpa. GUZMÁN Precipitóle honor: vistió la malla por conservar su crédito famoso; huyóle el moro; fue a buscar batalla. D. MARTÍN: ¡Por cierto, oh buen Guzmán, que estáis donoso! Pues, ¿cómo no se ha vuelto, o cómo muestra contra cristianos ánimo brioso? OROPESA: Él dará presto de su intento muestra, sacando, en gloria de la ley cristiana, a luz la fuerza de su honrada diestra. D. ALONSO: Venid; repartiré de buena gana lo que deste despojo a todos toca; que el gusto crece lo que así se gana.
Vanse, y queda[N] BUITRAGO y VOZMEDIANO
VOZMEDIANO: ¡Válgame Dios, si se quedó la loca, si se quedó la sin ventura y triste, que así su suerte y su valor apoca! Dime, señor, si por ventura viste aquel soldado que partió conmigo cuando a la empresa do has venido fuiste; aquel bisoño manicorto, digo, que no te quiso dar limosna un día, y habrá hasta seis que vino aquí conmigo. BUITRAGO: ¿No es aquel del entono y bizarría, de las plumas volantes y del rizo, que me habló con remoques y acedías? VOZMEDIANO: Aquese mismo. BUITRAGO: No sé qué se hizo.
Vase [BUITRAGO]
VOZMEDIANO: ¿Adónde estarás agora, moza por tus pies llevada do toda miseria mora, de mandar a ser mandada, esclava de ser señora? ¿Que es posible que un deseo incite a tal devaneo? Y éste es, en fin, de tal ser, que no lo puedo creer, y con los ojos lo veo.
[Vase.] Sale[n] ARLAXA, Don FERNANDO y MARGARITA
D. FERNANDO: Para ser mozo y galán y al parecer bien nacido, muchos desmayos os dan: señal de que habéis comido mucha liebre y poco pan. Quien se rinde a su enemigo, en sí presenta testigo de que es cobarde. MARGARITA: Es verdad, pero trae mi poca edad grande disculpa consigo. El que mis cuitas no siente, hará de mi miedo alarde, pero yo sé claramente que hice más en ser cobarde que no hiciera en ser valiente. ¡Desdichada de la vida a términos reducida que busca con ceguedad en la prisión libertad y a lo imposible salida! ARLAXA: ¿Qué sabes si este soldado, cual tú, tiene aquella queja de valiente mal pagado? D. FERNANDO: Fácil conocer se deja que le aflige otro cuidado; que sus años, cual él muestra, no habrán podido dar muestra, por ser pocos, de los hechos que, por ser mal satisfechos, muestran voluntad siniestra. Y el ofrecerle caballo para que volviese a Orán, y el no querer acetallo, unas sospechas me dan que por su honra las callo. Quizá la vida le enfada soldadesca y desgarrada, y como el vicio le doma, viene tras la de Mahoma, que es más ancha y regalada. MARGARITA: En mi edad, aunque está en flor, he alcanzado y conocido que no hay mal de tal rigor que llegue al verse ofendido, el que es honrado, en su honor. Y más si culpa no tiene; que cuando la infamia viene a quien la busca y procura, es menor la desventura que la deshonra contiene. Y así, me será forzoso para huir la infamia y mengua de mal cristiano y medroso, que os descubra aquí mi lengua lo que apenas pensar oso. Si gustáis de estarme atentos, veréis que paran los vientos su veloz curso a escucharme, y veréis que fue el quedarme honra de mis pensamientos.
[Sale] ALIMUZEL
ALIMUZEL: El remedio que aplicaste, bella Arlaxa, de tu mano, fue tal, que en él te mostraste ser un ángel soberano que a la vida me tornaste. Conságrotela dos veces: una porque la mereces, y la otra te consagro por el estraño milagro con que tu fama engrandeces. ARLAXA: Sosiégate y no me alabes, que el médico ha sido Alá de tus heridas tan graves. Comienza, cristiano, ya la historia que alegre acabes. MARGARITA: Sí haré; más tú verás, en el cuento que me oirás, que no dan los duros hados a principios desdichados alegres fines jamás. Nací en un lugar famoso, de los mejores de España, de padres que fueron ricos y de antigua y noble casta; los cuales, como prudentes, apenas mi edad temprana dio muestras de entendimiento, cuando me encierran y guardan en un santo monesterio de la virgen Santa Clara; ¡que soy mujer sin ventura, que soy mujer desdichada! ARLAXA: ¡Santo Alá! ¿Qué es lo que dices? MARGARITA: ¿Desto poquito te espantas? Ten silencio, hermosa mora, hasta el fin de mis desgracias; que, aunque ellas jamás le tengan, yo me animaré a contallas, si es posible, en breve espacio y con sucintas palabras. No me encerraron mis padres sino para la crïanza, y fue su intención que fuese, no monja, sino casada. Faltáronme antes de tiempo; que la inexorable Parca cortó el hilo de sus vidas para añadirle a mis ansias. Quedé con sólo un hermano, de condición tan bizarra, que parece que en él solo hizo asiento la arrogancia. Llegó la edad de casarme; hiciéronle mil demandas de mí; no acudió a ninguna, fundándose en leves causas; y, entre los que me pidieron, fue uno que con la espada satisfizo a la respuesta, según se la dieron mala.
Suenan dentro atambores
ALIMUZEL: Escucha, que oigo clarines, oigo trompetas y cajas; algún escuadrón es éste de turcos que hacia Orán marcha.
[Sale un MORO]
MORO: Si lo que dejó el cristiano no quieres, hermosa Arlaxa, no lo acaben de talar diez escuadrones que pasan, ven, señora, a defenderlo; que con tu presencia, Arlaxa, pararás al sol su curso y suspenderás las armas. ALIMUZEL: Bien dice, señora; vamos, que lugar habrá mañana para oír si aquesta historia en fin triste o alegre acaba. ARLAXA: Vamos, pues; y vos, hermosa y lastimada cristiana, no os pene si a vuestras penas el oíllas se dilata.
Vanse ARLAXA y ALI[MUZEL] tras ella, y MARGARITA a lo último, y Don FERNANDO, tras ella, y dicen antes
MARGARITA: Como no tengo, señora, ningún alivio en contarlas, tengo a ventura el estorbo que de tal silencio es causa. D. FERNANDO: ¡Válgame Dios, qué sospechas me van encendiendo el alma! Muchas cosas imagino, y todas me sobresaltan. Desesperado esperando he de estar hasta mañana, o hasta el punto que el fin sepa de la historia comenzada.

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA