imprimir

TEXTOS ELECTRÓNICOS / ELECTRONIC TEXTS

Obras de Cervantes. Association for Hispanic Classical Theater, Inc.

Obras de Cervantes / El gallardo español / parte 4ª

Electronic text by J T Abraham and Vern G.Williamsen

SEGUNDA JORNADA

Salen ARLAXA, Don FERNANDO, y OROPESA

 

ARLAXA: ¿Cómo te llamas, cristiano, que tu nombre aún no he sabido? D. FERNANDO: Es mi nombre Juan Lozano; nombre que es bien conocido por el distrito africano. ARLAXA: Nunca le he oído decir. D. FERNANDO: Pues él suele competir con el del bravo Fernando. ARLAXA: ¡Mucho te vas alabando! D. FERNANDO: Alábome sin mentir. ARLAXA: Pues, ¿qué hazañas has tú hecho? D. FERNANDO: He hecho las mismas que él, con el mismo esfuerzo y pecho, y ya me he visto con él en más de un marcial estrecho. ARLAXA: ¿Es tu amigo? D. FERNANDO: Es otro yo. ARLAXA: ¿Por ventura, di, salió a combatir con mi moro? D. FERNANDO: Siempre de bravo el decoro en todo trance guardó. ARLAXA: Dese modo, Alí es cobarde. D. FERNANDO: Eso no; que pudo ser salir don Fernando tarde, cuando no pudiese hacer Alí de su esfuerzo alarde. Y imagino que este moro jarife, no con decoro de amigo, a Muzel da culpa. ARLAXA: De su esfuerzo y de su culpa toda la verdad ignoro. D. FERNANDO: Haz cuenta que te trae preso a Fernando tu Muzel; ¿qué piensas hacer por eso? ARLAXA: Estimaré mucho en él de su esfuerzo el grande exceso. Tendré en menos al cristiano, cuyo nombre sobrehumano me incita y mueve el deseo de velle. OROPESA: Pues yo le veo en sólo ver a Lozano. ARLAXA: ¿Que tanto se le parece? OROPESA: Yo no sé qué diferencia entre los dos se me ofrece; ésta es su misma presencia, y el brazo que le engrandece. ARLAXA: ¿Qué hazañas ha hecho ese hombre para alcanzar tan gran nombre como tiene? OROPESA: Escucha una de su esfuerzo y su fortuna, que podrá ser que te asombre: Dio fondo en una caleta de Argel una galeota, casi de Orán cinco millas, poblada de turcos toda. Dieron las guardas aviso al general, y, con tropa de hasta trecientos soldados, se fue a requerir la costa. Estaba el bajel tan junto de tierra, que se le antoja dar sobre él: ved qué batalla tan nueva y tan peligrosa. Dispararon los soldados con priesa una vez y otra; tanto, que dejan los turcos casi la cubierta sola. No hay ganchos para acercar a tierra la galeota, pero el bravo don Fernando ligero a la mar se arroja. Ase recio de gúmena, que ya el turco apriesa corta, porque no le dan lugar de que el áncora recoja. Tiró hacia sí con tal fuerza, que, cual si fuera una góndola, hizo que el bajel besase el arena con la popa. Salió a tierra y della un salto dio al bajel, cosa espantosa, que piensa el turco que el cielo cristianos llueve, y se asombra. Reconocido su miedo, don Fernando, con voz ronca de la cólera y trabajo, grita: ``¡Vitoria, vitoria!'' La voz da al viento, y la mano a la espada vitoriosa, con que matando y hiriendo corrió de la popa a proa. él solo rindió el bajel; mira, Arlaxa, si ésta es obra para que la fama diga los bienes que dél pregona. Probado han bien sus aceros los lindos de Melïona, los elches de Tremecén y los leventes de Bona. Cien moros ha muerto en tra[n]ces, siete en estacada sola, docientos sirven al remo, ciento tiene en las mazmorras. Es muy humilde en la paz, y en la guerra no hay persona que le iguale, ya cristiana, o ya que sirva a Mahoma. ARLAXA: ¡Oh, qué famoso español! OROPESA: Hércules, Héctor, Roldán se hicieron en su crisol. ARLAXA: Mejor no le ha visto Orán. OROPESA: Ni tal no le ha visto el sol.

[Sale] NACOR

 

ARLAXA: Aqueste Nacor me enfada; no me dejéis sola. OROPESA: Honrada te le muestra y comedida. D. FERNANDO: Da a sus razones salida: que espere, y no espere en nada. NACOR: Hermosa Arlaxa, yo estoy resuelto en traerte preso al cristiano: y así, voy a Orán luego. ARLAXA: Buen suceso y agüero espero y te doy, porque irás en gracia mía, y en verte tomó alegría desusada el corazón. NACOR: Tienes, Arlaxa, razón; que yo la tendré algún día de rogarte que me quieras. ARLAXA: Déjate agora de burlas, pues partes a tantas veras. D. FERNANDO: Hará Nacor, si no burlas, sus palabras verdaderas; que amante favorecido es un león atrevido, y romperá, por su dama, por la muerte y por la llama del fuego más encendido. OROPESA: Concluyeras tú esta empresa harto mejor que no él. D. FERNANDO: Calla y escucha, Oropesa. NACOR: Ya en este caso, Muzel por vencido se confiesa, pues no hace diligencia por traer a tu presencia el que yo te traeré presto. ARLAXA: Pártete, Nacor, con esto, que gusto y te doy licencia. NACOR: Dame las manos, señora, por el favor con que animas al alma que más te adora. ARLAXA: En poco, Nacor, te estimas, pues te humillas tanto agora. Eres jarife; levanta, que verte a mis pies me espanta. ¿Qué dirá desto Mahoma? NACOR: Estos rendimientos toma él por cosa buena y santa. Queda en paz.
Vase NACOR
ARLAXA: Vayas con ella, que con el fin deste trance le tendrá el de tu querella. D. FERNANDO: ¡Echado ha el moro buen lance! OROPESA: Ella es falsa cuanto es bella. ARLAXA: Venid, que habemos de ir los tres a ver combatir a mis amantes valientes. OROPESA: Si nos vieren ir las gentes, tarde nos verán venir.
Vanse y sale VOZMEDIANO, anciano, y Doña MARGARITA, en hábito de hombre
VOZMEDIANO: ¿Priesa por llegar a Orán, y priesa por salir dél? ¡Muy bien nuestras cosas van! MARGARITA: Préciase Amor de crüel, y tras uno da otro afán. VOZMEDIANO: Ya os he dicho, Margarita, que su daño solicita quien camina tras un ciego. MARGARITA: Ayo y señor, yo no niego que esa razón es bendita; pero, ¿qué puedo hacer, si he echado la capa al toro y no la puedo coger? VOZMEDIANO: Menos te la podrá un moro, si bien lo miras, volver. MARGARITA: ¿Que sea moro don Fernando? VOZMEDIANO: Así lo van pregonando los niños por la ciudad. MARGARITA: ¡Que haya hecho tal maldad! ¡De cólera estoy rabiando! No lo creo, Vozmediano. VOZMEDIANO: Haces bien; pero yo veo que ni moro ni cristiano parece. MARGARITA: Verle deseo. VOZMEDIANO: Siempre tu deseo es vano. MARGARITA: Quiérelo así mi ventura, pero no será tan dura que no dé fin a mis penas con darme en estas arenas berberisca sepultura. VOZMEDIANO: No dirás, señora, al menos, que no te he dado consejos de bondad y de honor llenos. MARGARITA: Los prudentes y los viejos siempre dan consejos buenos: pero no vee su bondad la loca y temprana edad, que en sí misma se embaraza, ni cosa prudente traza fuera de su voluntad.
[Sale] BUITRAGO con la demanda
BUITRAGO: Vuestras mercedes me den para las ánimas luego, que les estará muy bien. MARGARITA: Si ellas arden en mi fuego... VOZMEDIANO: Pasito, Anastasio, ten: no digas alguna cosa malsonante, aunque curiosa. MARGARITA: Váyase, señor soldado, que no tenemos trocado. BUITRAGO: ¡La respuesta está donosa! Denme, ¡pese a mis pecados! (¡Siempre yo de aquesta guisa Aparte medro con almidonados!) Denme, que vengo deprisa, y ellos están muy pausados. ¡Oh, qué novatos que están de lo que se usa en Orán en esto de las demandas! Descoja sus manos blandas y dé limosna, galán. ¿Qué me mira? Acabe ya: eche mano, y no a la espada que su tiempo se vendrá. VOZMEDIANO: La limosna que es rogada más fácilmente se da que la que se pide a fuerza. BUITRAGO: Ósase en aquesta fuerza de Orán pedirse deste arte; que son las almas de Marte, y piden siempre con fuerza. Nadie muere aquí en el lecho, a almidones y almendradas, a pistos y purgas hecho; aquí se muere a estocadas y a balazos roto el pecho. Bajan las almas feroces, tan furibundas y atroces, que piden que acá se pida para su pena afligida a cuchilladas y a voces. En fin: las almas de Orán, que tienen comedimiento, aunque en purgatorio están, dicen que vuelva en sustento la limosma que me dan. A la parte voy con ellas, remediando sus querellas a fuerza de avemarías, y mis hambrientas porfías con lo que me dan para ellas. VOZMEDIANO: Hermano, yo no os entiendo, y no hay limosma que os dar. BUITRAGO: ¡De gana me voy riendo! ¿Y adónde se vino a hallar el parentesco tremendo? ¿Hace burla en ver el traje, entre pícaro y salvaje? Pues sepa que este sayal tiene encubierto algún al que puede honrar un linaje. El conde es éste, ¡qué pieza!; que, cuando me da, le dan mil vaguidos de cabeza. Pobretas almas de Orán, que estáis en vuestra estrecheza, rogad a Dios que me den, porque si yo como bien, rezaré más de un rosario, y os haré un aniversario por siempre jamás. Amén.
[Salen] el conde [don ALONSO], Don MARTÍN, el capitán GUZMÁN y NACOR
NACOR: Digo, señor, que entregaré sin duda la presa que he contado fácilmente en el silencio de la noche muda con muy poquito número de gente; y, porque al hecho la verdad acuda, las manos a un cordel daré obediente; dejaréme llevar, siendo yo guía que os muestre el aduar antes del día. Y sólo quiero desta rica presa, por quien mi industria y mi traición trabaja, un cuerpo que a mi alma tiene presa: quiero a la bella sin igual Arlaxa. Por ella tengo tan infame empresa por ilustre, por grande, y no por baja: que, por reinar y por amor no hay culpa que no tenga perdón y halle disculpa. No siento ni descubro otro camino, para ser posesor de aquesta mora, que hacer este amoroso desatino, puesto que en él crueldad y traición mora. ámola por la fuerza del destino, y, aunque mi alma su beldad adora, quiérola cautivar para soltalla, por si puedo moverla o obligalla. D. ALONSO: No estamos en sazón que nos permita sacar de Orán un mínimo soldado; que el cerco que se espera solicita que ponga en otras cosas mi cuidado. NACOR: La vitoria en la palma traigo escrita; en breves horas te daré acabado, sin peligro, el negocio que he propuesto; si presto vamos, volveremos presto. D. ALONSO: Esta tarde os daré, Nacor, respuesta; esperad hasta entonces. NACOR: Soy contento.
Vase NACOR
D. MARTÍN: Empresa rica y sin peligro es ésta, si cierta fuese. GUZMÁN: Yo por tal la cuento: hace la lengua al alma manifiesta. Declarado ha Nacor su pensamiento con tal demonstración, con tal afecto, que, si vamos, el saco me prometo. D. MARTÍN: Cubre el traidor sus malas intenciones con rostro grave y ademán sincero, y adorna su traición con las razones de que se precia un pecho verdadero. De un Sinón aprendieron mil Sinones, y así, el que es general, al blando o fiero razonar del contrario no se rinde, sin que primero la intención deslinde. D. ALONSO: Hermano, así se hará; no tengáis miedo que yo me arroje o precipite en nada. ¿Hicistes ya las treguas con Robledo, y queda ante escribano confirmada? D. MARTÍN: Gran cólera tenéis, Guzmán. GUZMÁN: No puedo tenerla en la ocasión más enfrenada. D. ALONSO: Podréis darle la rienda entre enemigos, y es prudencia cogerla con amigos. Pues, Buitrago, ¿qué hacemos? BUITRAGO: Aquí asisto, procurando sacar de aqueste esparto jugo de algún plus ultra, y no le he visto siquiera de una tarja ni de un cuarto. Así guardan la ley de Jesucristo aquéstos como yo cuando estoy harto, que no me acuerdo si hay cielo ni tierra; sólo a mi vientre acudo y a la guerra. MARGARITA: Pide limosna en modo este soldado, que parece que grita o que reniega, y yo estoy en España acostumbrado a darla a quien por Dios la pide y ruega. BUITRAGO: Quiérosela pedir arrodillado; veré si la concede o si la niega. VOZMEDIANO: Ni tanto, ni tan poco. BUITRAGO: Soy cristiano. MARGARITA: ¿Ya no le han dicho que no hay blanca, hermano? BUITRAGO: ¿Hermano? ¡Lleve el diablo el parentesco y el ladrón que le halló la vez primera! Descosa, pese al mundo, ese grigüesco, desgarre esa olorosa faltriquera. De aquestas pinturitas a lo fresco, ¿qué se puede esperar? VOZMEDIANO: Ésa es manera de hacer sacar la espada y no el dinero. D. ALONSO: ¡Paso, Buitrago! MARGARITA: ¡A fe de caballero!